Ese paseo.
Acabo de tener ese viaje perfecto.
Ya conoces cuál: aquel en el que todo encaja. En el que le pides que se mueva de tu pierna izquierda y, en lugar de recostarse más, se mueve lateralmente hacia la barandilla.
Ese viaje en el que finalmente logras un retroceso complicado. O ha decidido pasear tranquilamente sin avisarte de cada hoja que pueda caer o de cada buzón que pueda albergar un duende.
Un viaje que nunca querrás terminar, pero que debes dejar de tentar a la suerte en algún momento antes de que se convierta en «ese» viaje. Un paseo en el que te quitas el casco y puedes exprimirte el sudor del pelo por el que tanto has trabajado. Pero se siente tan bien.
El viaje que te hace sonreír de oreja a oreja, que te hace darte cuenta de que el trabajo diario vale la pena. El paseo que justifica el tiempo pasado en el granero. El viaje que valida tu compromiso de mejorar o lograr cualquier tarea que buscaste abordar, porque sentiste un progreso real y tangible.
Ese viaje que crees que sólo lo hacen otras personas: el jinete perfecto en el caballo perfecto, ¿cómo podrías compararlo? Pero luego lo haces porque acabas de viajar.
Es un viaje al que ni siquiera puedes expresar con palabras. Los compañeros del granero te preguntarán cómo estaba y tú responderás «bien», pero nada más. Porque ¿cómo se puede explicar lo que pasó? ¿Cómo puedes decirles que en realidad tienes el caballo más inteligente, más talentoso, elástico y placentero que jamás haya caminado sobre la tierra? Pero lo sabrán, ya que ahora hay una ligereza en tu paso que no tenías mientras caminabas hacia el granero después del trabajo.
Tu caballo también lo sabe, de ahí las mentas adicionales. Le darás unos cuantos abrazos más. Besos extra en la nariz. Te quedarás parado afuera de la puerta de su puesto, preguntándote si obtuvo una línea superior tan bonita o si su hombro se ve fuerte.
Cuando te subes al coche para volver a casa, sentirás una sensación de tristeza que no podrás identificar por un momento. Es una sensación de que estás dejando la burbuja, el santuario que te dio ese viaje. Pero ya lo has tenido una vez, seguro que podrás volver a hacerlo pronto.
Lo sabes cuando sucede. Qué sensación tan increíble. ¡Qué alegría tan pura experimentarlo!
Quiero decírselo al mundo.
Acabo de tener ese viaje.
Sobre el Autor
Jorna Taylor es la típica dueña obsesiva de un caballo, que pasa incontables horas viendo a sus amigos montar en círculos sobre el polvo o corriendo a casa eufórica al descubrir que ha llegado el nuevo catálogo de Dover. Ella captura los momentos más cómicos e interesantes de su viaje a caballo en su blog. Compruébalo en jornataylor.